Cuando nos situamos en los procesos de licitación o contratación, ya sean públicas como privadas, es claro, que el estándar de integridad competitiva de la organización será de vital importancia para que se minimicen los riesgos de conductas asociadas a la corrupción y a las prácticas anticompetitivas. Según la OCDE y la FNE no existen fórmulas únicas para evitar este tipo de comportamientos, pero sí establecen ciertas recomendaciones.
Es clave que los procesos de licitación sean transparentes y no se transformen en conductas contrarias a la legislación. A pesar de lo anterior, tanto la colusión -el ilícito anticompetitivo más grave -, y los fraudes -que pueden llegar a convertirse en importantes crisis corporativas-, son dos peligrosas conductas que se siguen dando en nuestro país. Un concreto ejemplo que salió a la luz hace unos meses fue el Caso Led, en el que se vieron envueltos funcionarios de diversos municipios y una empresa privada por corrupción en procesos de licitación.
Por ello, es de gran importancia el dar a conocer de qué forma se pueden evitar este tipo de ilícitos, siendo lo primero que las organizaciones tengan claros los marcos normativos y legales existentes en los procesos de comercialización, así como las recomendaciones que existen para no incurrir en estos ilícitos.
Al mismo tiempo, para estimular una mayor transparencia y participación, será clave establecer canales adecuados para una eficaz comunicación con todos los posibles oferentes interesados, y que se propicien a través de las bases, reglas claras desde el principio. Al mismo tiempo, priorizar los riesgos, monitorearlos permanentemente y acreditar la debida diligencia que al momento de tomar decisiones complejas garanticen la buena fe.
Sumado a lo anterior, las instituciones y empresas deben tener una adecuada comunicación interna, y tener claro lo que ocurre con sus colaboradores, quienes pueden caer en presiones, ya sea por problemas financieros, bajo cumplimiento de metas, entre otros. La naturaleza humana bajo la presión de eventos como los estados de crisis o pandemia, se vuelve más vulnerable e inestable. Al mismo tiempo las personas se hacen más persuasibles. Estos factores, unidos a estas situaciones y el interés por cumplir metas, ganar bonos y otros factores exógenos como la flexibilización en los controles, generan la tormenta perfecta para cometer fraudes.
A diferencia de tiempos pretéritos, donde el control y análisis de información para la detección de situaciones irregulares eran altamente costosos e imperfectos, hoy sí contamos con variables tecnológicas eficientes, todas herramientas que ayudarán a elevar los estándares de competencia, transparencia y compliance en los procesos de adquisición y contratación, otorgando trazabilidad, apertura total al mercado, e información en tiempo real, a través de lo cual es posible medir la gestión y detectar situaciones anormales, ya sean fraudes o conductas colusorias.
La integridad competitiva en las empresas se debe hacer cargo de los elementos que hemos descrito, favoreciéndose de esta manera un ecosistema económicamente sostenible, tomando los resguardos en cuanto a protocolos, capacitación y adopción de tecnologías que hoy están disponibles para este fin.
Ignacio Larraín Jiménez, socio de Libre Competencia de PPU
Jorge Vio, socio de Servicios Forense de Integridad de EY
Felipe Manterola, Co Fundador Wherex
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